martes, 18 de diciembre de 2007

La religión del capital y los peligros de su apostolado



Quizás pueda parecer algo extravagante o incluso blasfemo llamar a un sistema económico religión, sin embargo, apoyándome en autores como Kottak, en la práctica religión y capitalismo coinciden en un amplio número de puntos, y quizás por su propia esencia competitiva, éste último se lleva la palma en todos.

Para empezar, no me parece justo considerar que una religión deba portar, como condición sine qua non, un estandarte de tipo sobrenatural y alejado de las gentes. Si partimos de que el Budismo y otras religiones orientales exhiben como líder de su movimiento a un hombre, muy iluminado, pero mortal; y si tenemos en cuenta que incluso el Cristianismo, a pesar de poseer un dios inmortal, eterno y omni-prácticamente-todo, lo baja a la Tierra en un momento dado y acaba con su vida; parece ser que la esencia de una religión dista mucho de ser algo tan ajeno a la humanidad. Aún así, la religión del capital también puede presumir de tener un líder divino y omni-prácticamente-todo: si en las religiones tradicionales es Dios el único que puede otorgarnos el perdón por nuestros pecados, en la religión capitalista, en cambio, las víctimas del horror de los pecados ajenos son indemnizadas, palabra que etimológicamente vendría a significar "reparadas en el daño" y que hoy en día se entiende simplemente por "compensadas económicamente".



En un análisis más profundo, podemos imaginar que alguien que ha perdido a un ser querido de una manera extremadamente traumática, deba dejar un tiempo de trabajar y recibir terapia de tipo psicológico. Las consultas de los psicólogos no son precisamente baratas, por otro lado, esta persona también tendrá que distraerse un poco - ir al cine o al teatro -, o incluso viajar a otra isla para visitar a familiares que hace mucho que no ve. Para todas estas cosas, sin estar trabajando, hace falta contar con bastante dinero y, por tanto, es comprensible que el Estado quiera y deba solidarizarse con esta persona y garantizar todo lo anterior para ella. Sin embargo, de esta manera, el Estado no esta asumiendo realmente las condiciones antes citadas, sino que le está dando dinero a la víctima de la tragedia para que sea ella misma la que evalúe la situación y gestione su propia recuperación de la manera que considere más adecuada. Eso me recuerda a una anécdota protagonizada, si no me equivoco, por el célebre cómico español "Tip", durante la celebración de uno de los cumpleaños del ex presidente Felipe González. El cómico, llegada la hora de entregar los presentes al cumpleañero, le dijo que como no sabía lo que le gustaba, le traía veinte duros para que él se comprara lo que quisiera.

Una de las principales ventajas que ofrece el sistema capitalista frente a cualquier otro, es que el dios Capital no es tan excluyente como los demás, por lo tanto, se puede compartir perfectamente el culto al dinero con cualquier otra religión tradicional.



Una prueba evidente de ello la tenemos en Nueva York, donde un número importante de sacerdotes fue acusado de abusar sexualmente de algunas de sus feligresas cuando eran menores. La diócesis de esta ciudad indemnizó con una cantidad espectacular de dinero a las víctimas del ultraje y santas pascuas. A efectos judiciales no ha sucedido nada y los autores materiales de un gran número de violaciones están en la calle mientras los corredores de la muerte de las prisiones norteamericanas están rebosantes de desgracia.



Otro aspecto importante de esta religión de hoy, es que la promoción dentro de los distintos roles del sistema es mucho más amena y atractiva que en los demás. Por ejemplo, uno puede ver como positivo que lo hayan ascendido aunque lo llamen al móvil a cualquier hora del día o de la noche y no tenga la posibilidad de planear unas vacaciones con su familia, si le van a pagar un buen salario por las molestias. Luego se acepta un recorte parcial de las libertades individuales a cambio de una buena remuneración económica. Sin embargo, en el caso de las religiones tradicionales, la ascensión en puestos de la jerarquía supone, al menos a nivel teórico, una restricción de las libertades aún mayor de la que implica ser un simple feligrés. Por ejemplo, si siendo cristiano no se puede fornicar, siendo sacerdote ni siquiera se puede procrear. En el caso del capitalismo, por seguir con el ejemplo, se vende la ilusión de que el que tiene la ropa más cara y el coche menos barato también tiene a la rubia del anuncio de estos productos, luego el efecto es totalmente al contrario:
más altura jerárquica = mayor capital = mayor felicidad.

Los consumistas, que son el nivel básico de este sistema, no aceptan restringir sus libertades personales, pero sí su tiempo. De esta manera, simplemente no tienen oportunidad de disfrutarlas y eso acostumbra a desembocar en cuadros de estrés y discusiones conyugales. Cuando en una sociedad como la estadounidense, que es La Meca del Capitalismo como religión, es habitual que el ciudadano de clase media acuda regularmente al psicoterapeuta, hay un indicio real de que muy bueno no debe de ser el sistema. El DSM ha aumentado sus registros desde su creación en 1942 hasta nuestros días de una forma espectacular. En palabras de Thomas Szasz, "La noción de enfermedad mental se emplea hoy en día para confundir y justificar hábilmente los problemas existentes en las relaciones personales y sociales, tal como la noción de brujería fue utilizada con el mismo fin desde comienzos de la Edad Media hasta bastante después del Renacimiento". Muy pronto, todos y todas en EEUU estarán como una auténtica baifa menos los psiquiatras con su DSM bajo el brazo, luego nos exportaran la idea a través de series y películas, que con el apoyo de los medios de comunicación, pondrán de moda todas estas consultas psicológicas de la misma forma que lo han hecho con las de cirugía plástica.




En cuanto al papel de la adolescencia canaria en este culto al dinero, parte de su apostolado se realiza mediante la imitación del american way of life a lo latino con el que los medios de comunicación canarios y españoles rocían a la audiencia. Realmente la libertad de opinión y prensa son derechos inalienables de los que el sistema del capital ha sabido valerse para tomar el control de los televisores. Campañas estatales para la prevención de la obesidad infantil o los accidentes de tráfico, chocan de lleno con el anuncio de Telepizza en el que un pive le dice a su madre algo así como "paso de tu rollo" y, mágicamente, el potaje se transforma en unos productos deliciosos de los que comercializa la franquicia española; o el del nuevo Golf GTI, donde aparece un perfecto ejemplo de conducción temeraria por el medio de la ciudad que se cierra con un espectacular trompo y la frase "controla la bestia" dicha por una sensual. El Estado, en lugar de limitar la velocidad de los vehículos desde su fabricación y controlar los mensajes publicitarios, nos obliga a circular a cincuenta kilómetros por hora a lo largo de interminables carreteras, nos mina todas las rotondas del norte con controles de alcoholemia, nos da unos permisos de quita y pon para poder ejercer un derecho que hemos tenido que pagar con oro en las autoescuelas y - en un futuro próximo - colapsará las penitenciarías con una avalancha de conductores negligentes. ¿Y qué consiguen con eso?, ¿solucionan el problema?



Claramente no, pero se embolsan grandes cantidades con las que comprar más radares, dotar más agentes, pagar más rehabilitaciones en algunos casos o más funerales en otros. Por otro lado, si la justicia española ha llegado a ilegalizar un partido político por no condenar los asesinatos de ETA y, por tanto, hacer apología del terrorismo, ¿cómo salen impunes las casas de automóviles que hacen apología de la conducción temeraria y del riesgo al volante con sus campañas publicitarias desmedidas? Recordemos que los accidentes de tráfico por negligencia dejan tras de sí muchísimos más muertos que la banda terrorista.



Por último, el colectivo de herejes del Capitalismo a veces es tan hippie (léase extremadamente extravagante) que las pocas personas que pudieran oponerse al sistema con cuatro dedos de frente, a menudo salen huyendo despavoridos. Además, el capitalismo tiene un mecanismo de defensa ideal para atajar la herejía muy distante y mucho más evolucionado de la quema pública en la hoguera: el capitalismo absorbe a sus detractores y los aliena. Si una cantidad muy importante de la población mundial hiciera una demanda de ambiente alternativo tipo calle del Blues Bar en Aguere, seguro que el planeta se transformaba y Coca-Cola regalaba pañuelos palestinos por la compra de sus packs junto a un eslogan tipo “¡Haz tu revolución con Coca-Cola!”.

En fin, el otro día escuché en Radio San Borondón un fragmento de una charla acerca de la economía natural frente a la artificial. El ponente comentaba que el fundamento de la economía tradicional es satisfacer necesidades. De esta forma, los primeros pueblos cazaban, pescaban y recolectaban para satisfacer la necesidad del alimento, el vestido, el calzado... Sin embargo, el fundamento principal del Capitalismo es la multiplicación del capital para que cada cual se compre "lo que le gusta", como decía el entrañable "Tip".

¿Será cuestión tal vez de demostrar que la opción de un desarrollo sostenible y progresista es también económicamente, o capitalistamente, interesante o nuestro destino será vivir en la oposición eterna y contratar un ejército de manifestantes profesionales para enfrentarnos a esta nueva cruzada?

3 comentarios:

Mapoto dijo...

Interesante comparación... eso sí, esperemos que el capitalismo atroz no se perpetúe como lo ha hecho la religión.

Sergio Chueca Urzay dijo...

ufff... dios te oiga, mapoto... jejeje

goloviarte dijo...

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